El Gobierno primero tanteó a la CGT sobre la posibilidad de hacer una reforma sobre los costos laborales porque, como explicaba el dueño de una empresa de logística: el empleado tiene razón cuando dice que los $15.000 que cobra es poco y yo tengo razón cuando digo que los $30.000 que me cuesta es mucho, el problema es lo que está en el medio. El trabajador no percibe los beneficios sociales que recibe por el costo laboral que afronta el empresario. ¿Coincide con esa lectura?
Lo que ocurrió es que se dio jubilaciones a un sector muy importante de la población adulta que nunca había aportado y esto se financia en parte con impuestos generales y en parte con la jubilación de gente que aportó y ahora cobra menos.
Dado que el déficit es enorme -el más elevado desde los ochenta- y la inflación y la presión tributaria altísimas, la prioridad es que la economía reactiva. Hacer un ajuste en medio de una recesión, si se puede evitar, no es aconsejable.
La Argentina tiene una tasa de informalidad del 45% y puede crecer porque los cambios técnicos alejan cada vez más la formalidad. En los próximos 30 años, va a haber una altísima proporción de trabajadores informales.
Por el otro lado, para economistas más ortodoxos como José Luis Espert los 18 millones de personas en edad activa contra los 7 millones de pasivos, por más que estén todos en blanco aportando 30 años, los números no cierran para aportar el 82% y menos con una esperanza de vida creciente. ¿Tiene sentido subir la edad jubilatoria?
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