domingo, 6 de febrero de 2011

LAS GRULLAS AVES QUE EMIGRAN Y RECORREN MUCHA DISTANCIA

Las grullas son conocidas por su danza nupcial. Cuando dos grullas demuestran interés en formar una pareja, efectuan una danza que consiste en una serie de saltos muy vistosos. La relación puede formalizarse en unas horas, otras veces toma meses de bricos y maromas. Una vez que se deciden y se establece la unión, se vuelven inseparables. La pareja es muy probable que dure años, y muchas veces toda la vida.










Como cada año por estos meses las dehesas y los humedales extremeños acogen la llegada de miles de grullas (80.000) que invernarán en la región hasta el próximo mes de febrero, constituyendo la mayor concentración de esta especie en la Península Ibérica durante el invierno.

Las grullas se hallan en todo el mundo, excepto en Sudamérica y la Antártida, y desde la antigüedad han cautivado al hombre. Aparecen en pinturas rupestres de África, Australia y Europa. En el Lejano Oriente constituyen uno de los temas favoritos de los artistas, pues representan la longevidad y la felicidad. También son símbolo de la felicidad conyugal —quizás porque se mantienen fieles a su pareja de por vida—, y su estampa es frecuente en los kimonos de boda. Por su rareza y belleza, los coreanos catalogan a la grulla de Manchuria como un “monumento natural”. En los billetes japoneses de 1.000 yenes aparecen grullas danzando. Y hace nada menos que dos mil quinientos años, los chinos crearon la “danza de las grullas blancas”. Quizás sea nuestra singular atracción por la danza la razón de que les guardemos un afecto especial a estas aves.

” Las grullas ejecutan una danza muy variada y siempre espectacular, si se toma en cuenta lo grandes que son, las elegantes posturas que adoptan y sus impresionantes saltos con las alas extendidas. Por lo común, el baile comprende “prolongadas y complejas secuencias coordinadas de reverencias, saltos, carreras y vuelos cortos”, añade la guía antes mencionada. Y, tal como sucede con los humanos, cuando unas cuantas grullas empiezan el baile, todas las demás quieren participar. En África se han observado hasta 60 parejas de grullas coronadas grises danzando al unísono.


Una de las más conmovedoras historias con final feliz procede de Japón. En Hokkaido, una colonia pequeña de grullas de Manchuria no emigró, pues encontró alimento suficiente durante los meses de invierno a lo largo de arroyos cercanos a fuentes termales. Sin embargo, en el crudo invierno de 1952, hasta esas corrientes de agua se congelaron, y la pequeña bandada de treinta aves parecía condenada a desaparecer. Pero los escolares del lugar regaron maíz sobre el lecho de los arroyos congelados, y las aves sobrevivieron. Desde entonces se alimenta periódicamente a las grullas, y la pequeña bandada ha crecido hasta contar con casi novecientos ejemplares, lo que equivale a un tercio de la población mundial de esa especie.

Existe la esperanza de que los esfuerzos conjuntos de los conservacionistas de muchos países garanticen la supervivencia de estas elegantes criaturas. Sería una verdadera tragedia que las generaciones futuras jamás pudieran contemplar emocionadas la espléndida danza de las grullas, ni escuchar su sonoro trompeteo mientras surcan el cielo otoñal en su vuelo hacia el sur.

Fuente: Despertad 22/9 del 2003